
En 1990, el escritor estadounidense George Gilder escribió: “La computadora del futuro [será]… tan portátil como tu reloj y tan personal como tu cartera… reconocerá tu voz, identificará las calles, recibirá tu correo y las noticias…” Al libro con esa predicción, Life after television, en el que acertadamente pronosticó la extinción de la televisión y la telefonía como se conocían hace 30 años, lo siguió en 2018 con otro, Life after Google. El nuevo título, paráfrasis del anterior, sugiere lo que el subtítulo declara sin rubor: “La caída del big data y el surgimiento de la economía blockchain”.
Junto con Apple y Microsoft, Google compone el trío de consorcios con el más alto valor de mercado a nivel mundial, los tres en la esfera de la tecnología digital. Pero por muy poderoso que parezcan hoy, Gilder sostiene que sus días están contados. Tratándose de Gilder, desacreditar sus profecías solo porque nos parecen improbables no basta. Además, el acierto con el que describió hace 30 años nuestra realidad actual, Gilder reúne un total de 19 libros a lo largo de cincuenta años como autor.
Desde su primer título de 1966, en el que criticaba al partido republicano de los Estados Unidos, ha examinado una y otra vez al mundo actual con acierto, escepticismo y clarividencia, concentrándose desde 1989 cada vez más en las tecnologías digitales.
Por qué Google no
Gilder esgrime un buen número de objeciones en contra de Google (o más bien, el “modelo Google” de tecnologías digitales basadas en la nube). El libro está ahí para quienes quieran conocer el repertorio completo. No todos son fáciles de asimilar. Veamos tres que son difíciles de objetar.
Límites físicos. La capacidad de procesamiento de los grandes centros de datos está próxima a los límites de orden físico de nuestro mundo. Así como la cantidad de elementos no radioactivos en el universo no puede ser mayor a 91, así hay límites a dicha capacidad de procesamiento. Llegado a ese límite, la cantidad de electricidad y de recursos de enfriamiento que requieren para procesar datos más y mejor los vuelve inviables.
Deficiencia de resultados. La experiencia diaria de cualquiera de nosotros lo acredita. En el teléfono recibimos centenares de anuncios (ads, en inglés). Pero los estudios revelan que la tasa de cliqueo (clicktrhrough rate) es de 0.06% y la mitad de esta fracción arroja resultados que no interesan al usuario. O sea que por mucho que Google y Facebook recopilen hasta el último gesto de nuestra actividad en línea, es la hora que no saben ni remotamente lo que de veras queremos y cuándo.
Inseguridad. Este asunto es crucial. Si por un lado se acusa a los gigantes tecnológicos de violar y hacer negocio con la privacidad de sus usuarios, no han sido capaces de detener a los hackers. Su fracaso es doble. Además de pedir contraseñas y respuestas a preguntas secretas, ahora ofrecen sistemas de acreditación biométrica con voz o iris ocular. Pero los usuarios seguimos sin librarnos de la amenaza de un hackeo al hacer cualquier transacción en el ciberespacio.
Blockchain, la solución
Lo que vendrá a resolver los problemas actuales es blockchain, una nueva tecnología para almacenar datos. La clave de su poder está en la forma como resuelve la cuestión de almacenamiento. No lo hace como en las bases de datos tradicionales, según el tipo de dato, sino en bloques, encadenados uno enseguida del otro según el momento en que se registran.
Cada que un bloque se llena de datos, se sella con la fecha y hora correspondiente y se encadena al bloque que le sigue, donde se continúa almacenando más datos. De lo anterior deriva el nombre, “blockchain”, que literalmente significa “cadena de bloques”. Es importante tomar en cuenta que la palabra tiene una función doble: a diferencia de teléfono y telefonema, blockchain designa a la tecnología y también al objeto que es posible gracias a esa tecnología. La cantidad de blockchains que puede existir es infinita, igual que el número de telefonemas.
Otra diferencia entre un blockchain y una base de datos común y corriente reside en la manera de conservarla. Los datos no se depositan en un solo lugar. Gracias al procedimiento de encadenamiento de bloques, la información se puede guardar en infinidad de repositorios conectados entre sí como nodos de una red distribuida en infinidad de ubicaciones.
El criptocosmos
En virtud de las características anteriores, la información digital se puede registrar y conservar inmutablemente. Con tecnología blockchain se abre un “libro mayor” (ledger, en inglés), adonde se van registrando los asientos en secuencia cronológica. Si resulta que un asiento está equivocado y se debe corregir, la corrección se registra en un asiento posterior, refiriéndolo al inicial equivocado.
En una entrevista, Gilder describió de manera concisa su visión: “Blockchain es una nueva arquitectura para el internet, que te permite conservar tu información. Distribuye toda la información personal por toda la red, igual que la inteligencia de la especie humana está distribuida por todo el mundo en cerebros individuales… en vez de concentrarlos en un enorme jardín amurallado [del tipo Google o Facebook o Amazon]… que nos obliga luego a pedir permiso de entrar y usar esos datos para ser quienes somos en el internet.”
En consecuencia, la tecnología blockchain y su aprovechamiento (sea para criptomonedas como Blockchain o para otros propósitos que están surgiendo aquí y allá) acabará por crear el criptocosmos. Cada individuo tendrá su identificador personal más la posibilidad de resguardar su información personal sin depender de que un gigante tecnológico digital le facilite una parcela de su nube.
El argumento económico
La parte más expuesta a controversias en la argumentación de Gilder es más económica que tecnológica. Según él, la actual economía de la información está estancada y esclerótica. Incapaz de resolver el problemático binomio inseguridad-privacidad, la caída de 90% en las IPOs (ofertas públicas iniciales de empresas en mercados accionarios) lo demuestra.
Estos razonamientos son de finales de 2018. De entonces para acá las empresas unicornios (supuestamente una rareza) siguen multiplicándose. El problema de la pandemia nos hizo tropezar y nadie diría que ya recuperamos el paso. Pero no ha ocurrido un colapso generalizado, como el de 2008-2009, ni uno como el de 2000, ceñido estrechamente a los negocios en línea.
Por otro lado, están los requerimientos técnicos de blockchain, que son considerables. Configurar y mantener un blockchain exige muchos más recursos que una base de datos común. Operarla depende de disponer de energía y ancho de banda suficientes. Los pronósticos de crecimiento del mercado BaaS (blockchain-as-a-service) son optimistas, pero por lo pronto no son opción para los jugadores chiquitos.
La tecnología blockchain acrecienta su presencia, eso sí. Figurará con creciente frecuencia en artículos y conversaciones acerca de tecnologías digitales. Pero aunque estemos en la era de la respuesta instantánea mediante búsqueda en Google, sólo podemos asegurar que la vida continuará. Con o sin blockchain, necesitamos esperar para saber si en efecto, lo hace con o sin Google.