
Dos semanas atrás, la prestigiada consultora Gartner pronosticó sobre lo que sus analistas consideran como las nueve tendencias en tecnología de la información que el año próximo tendrán mayor peso estratégico. Como lo demuestra el cuadro sinóptico que reproducimos traducido al español, las nueve tendencias se agrupan bajo tres nociones fundamentales:
1.Centralidad de la gente. Consiste en la posición central que los individuos juegan en su interacción con empresas y organismos, y su necesidad de hacerlo mediante procesos digitalizados.
2.Independencia de la ubicación. Se refiere, como lo ha puesto en relieve la pandemia, a la necesidad de que la tecnología sustente la realización de actividades, de trabajo o personales, sin que la ubicación geográfica represente una limitación.
3.Respuesta resiliente. Significa aceptar la volatilidad del mundo actual, cualquiera que sea su causa, y la necesidad de mantenerse alerta para encarar la disrupción en cualquiera de sus formas
El texto advierte que ninguna de las tendencias “opera por sí sola, sino que se superponen y refuerzan mutuamente.” En un video, el experto David Cearley advierte que no hay empresa que se pueda “dar el lujo de ignorarlas”, pero que la mayoría de las organizaciones “no las toma adecuadamente en cuenta para su planeación estratégica”. Desde su punto de vista, las nueve tendencias son la clave para dar a las organizaciones la flexibilidad y elasticidad necesarias durante un horizonte que abarca los próximos cinco a diez años. Todas entrañan un gran potencial transformativo, y caen bajo el paraguas de un concepto que lo engloba el todo, la “innovación por combinación”.
Este consiste en registrar toda clase de datos vinculados al comportamiento humano, lo que Gartner denomina el “polvo digital” de la vida diaria. Una vez sumados y analizados, estos datos permiten derivar estrategias que promueven o desalientan comportamientos específicos. Se ilustra el concepto mediante un ejemplo de actualidad, el uso del reconocimiento facial y los sensores de movimiento en una instalación fabril para registrar los desplazamientos individuales y promover el lavado frecuente de manos o desalentar la proximidad física.
Plantea la posibilidad de sumar la experiencia del consumidor, del usuario, del empleado y la “multiexperiencia” en un todo cuya integración permite resolver desafíos de negocio de gran complejidad. Una vez más, se ilustra el concepto planteando la posibilidad de un sistema que permita a los consumidores concertar citas a las tiendas físicas y detecte la proximidad del cliente cuando acude al negocio, asignándole un empleado que lo recibe y acompaña virtualmente, a través del teléfono o la tableta del cliente, atendiéndole y ayudándole mientras el cliente recorre los pasillos y revisa las mercancías, todo sin contacto físico entre ambos.
Esta tendencia aborda la urgente necesidad de reforzar la protección de datos personales y los derechos de confidencialidad, sujetos a legislaciones que varían de manera considerable de un país a otro. Los objetivos primordiales son garantizar que dicha información no caiga en manos de quienes no están autorizados para conocerla y al mismo tiempo permitir su gestión y análisis en ambientes seguros. Lograrlo abre además la posibilidad de que diferentes organizaciones compartan datos y capacidad de cómputo sin comprometer la privacidad de los individuos, cuya actividad es la fuente de origen de los datos mismos.
“Este es el futuro del cómputo en la nube”, asegura el mismo Cearley, al explicar que este concepto supone la repartición de los servicios de cómputo en la nube en diferentes instalaciones físicas. Si bien el proveedor de los servicios continúa como responsable de la operación, las latencias disminuyen y las empresas con actividades multinacionales cumplen con leyes locales que condicionan la ubicación geográfica de los repositorios de datos dentro de un cierto territorio.
Este concepto afecta dos modelos, el de negocio y el operativo, de forma que la ubicación geográfica de los empleados no sea limitante, como tampoco la provisión de los servicios del negocio. El meollo de esta tendencia es un lema, “primero lo digital, primero lo remoto”. Tratándose de empresas de servicios, significa dar prioridad a la digitalización del modo de proporcionar dichos servicios; tratándose de empresas de productos, significa configurar las instalaciones con la tecnología que permita la manufactura, transporte, venta y entrega de mercancías manteniendo los requerimientos de distancia física.
Se trata esencialmente de permitir la definición de “perímetros de seguridad” en torno a personas u objetos, de cara a la importancia cada vez menor de la ubicación geográfica, a la que se alude en otras tendencias. El propósito es atender los problemas de ciberseguridad con un enfoque modular, más responsivo, en el que se centraliza la orquestación de las políticas de seguridad, pero se distribuye su puesta en vigor de acuerdo a cada circunstancia.
A la luz de la constante transformación del entorno que todas las organizaciones deben encarar, esta tendencia realza la idea de la configurabilidad, sustentada en cuatro nociones: modularidad, autonomía, orquestación y descubrimiento. El objetivo es que las organizaciones tomen decisiones de negocio con mayor agilidad, fundamentándolas en datos y procesos de análisis digitalizados, en el marco de un modelo organizacional más democrático y con mayores grados de autonomía operativa para sus diferentes áreas.
Esta tendencia (cuyo nombre podría traducirse como “ingeniería por la vía de la inteligencia artificial”) surge de los retos que la irrupción de la inteligencia artificial (AI) suscita en el mundo empresarial, en materia de sustentabilidad, escalabilidad y gobernanza de los proyectos en los que es un componente central. Propone que las herramientas y técnicas de la inteligencia artificial se incorporen de manera integral dentro del proceso mainstream de desarrollo de operaciones en lugar de aprovecharla en proyectos concretos y de forma aislada. Hacerlo permitirá además atajar las exageraciones que actualmente corren en torno a las posibilidades y potencial de la IA, aterrizando el uso de sus herramientas en contribuciones concretas para la creación de valor.
La idea subyacente en esta tendencia es que cuanta cosa pueda automatizarse debe ser automatizada. El objetivo es desmontar todos los procesos de negocio legados y rediseñarlos (o si se quiere, refundirlos en el crisol de la transformación digital). Dotar a los procesos de negocio de esbeltez, optimización, conectividad y pulcritud es obligatorio, pues lograr la eficiencia, eficacia y agilidad es cuestión prioritaria para la supervivencia de cualquier organización, de cara a la creciente competencia en todos los aspectos.
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